Todo lo que envuelve al perro de aguas tiene mucho de sensaciones, de experiencias, son perros muy expresivos, capaces de mostrar sus sentimientos, no parece que sigan una pauta marcada, hay momentos en que están eufóricos y otros en los que no les apetece jugar y no quiere que se les moleste, momentos en que te seguirían hasta el final y otros que ni se te acercan. Por mi convivencia con Socio he aprendido a saber lo que quiere, lo que le apetece y sé cuándo me va a responder con alegría y cuando va a ir obligado y esperará un mínimo descuido por mi parte para darse por no enterado de la orden.
Cuando compito en agility me ocurre lo mismo, antes de salir a la pista sé lo que va a hacer, sé si va a ir rápido y sé cuando no está concentrado y sé cuando lo de fuera le llama más la atención que lo de dentro. Afortunadamente estoy consiguiendo que cada vez tenga más pasión por este deporte y que esto sea lo más importante para él. Me he concentrado en lo que más le gusta (comida y pelota) y cada vez que entrenamos lo ha tenido en grandes cantidades, cuanto antes termines antes tendrás el premio y serás felicitado.
El otro día subimos a lo más alto del podium, antes de salir a pista sabía que lo iba a hacer bien y aproveché la situación. Mi perro es poco sociable, no le gustan los demás perros ( a no ser que sean hembras y en celo) y aquello era una exposición de belleza en el que habían metido el concurso de agility casi como una exhibición, lleno de perros de todas clases y tamaños, Socio no se despegaba de mi y quería jugar conmigo, dos cosas imprescindibles para hacer una buena pista, solo me faltaba que cogiera un poco de velocidad para poder estar entre los primeros y probé a hacer algo que solo me atrevía a hacerlo en los entrenamientos: dejar al perro sentado ante el primer obstáculo y alejarme más de 15 metros, hasta el segundo o tercer obstáculo. Con esto conseguí crearle algo parecido a lo que los expertos llaman “ansiedad por separación”, me miraba y lo mantuve en esa posición hasta que vi que se ponía nervioso, entonces le di la orden y empezamos a correr.
No sé si los demás agiliteros sueñan lo mismo que yo, yo lo hago con la pista perfecta, esa en la que no se pierde ni una décima de segundo, en la que el perro está volviendo la cabeza en el aire buscando la siguiente orden, en la que sé que ha dado todo lo que lleva dentro, en la que ha empleado toda la velocidad que puede desarrollar, esa en la que cuando termina se vuelve a ladrarme porque aún quiere más, esa, al fin, en la que me emociono al ver de lo que es capaz de hacer por agradarme.
